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Dra. Mª del Mar Ferré

LOS NIÑOS NO PUEDEN COGER LA BAJA

¿Qué tienen en común los siguientes casos?
 
Todos ellos tienen más o menos la misma edad cronológica y, necesariamente y porque la ley así lo establece, todos iniciaron primero de Primaria el pasado mes de Septiembre.
 
CASO 1. Paciente que acudió a nuestra consulta por presentar problemas de tono muscular y coordinación, así como terrores nocturnos.
Fue adoptada a los 4 años y ha seguido un proceso de adaptación muy positivo dentro del entorno familiar, mantiene una buena relación afectiva, se relaciona bien y ha aprendido castellano en muy poco tiempo. Es una niña vivaracha y despierta.
Presenta evidentes dificultades de coordinación motriz, se cae con frecuencia y siempre se golpea la cabeza. Además, valoramos un desarrollo pondo-estatural  por debajo de la media.
 
CASO 2. Este niño acudió a nuestra consulta para diagnosticar su lateralidad.
De los datos de historia clínica, cabe destacar una prematuridad extrema, ya que nació con 400 gramos y, además, a finales de Diciembre. Permaneció en el hospital 12 meses, necesitó ventilación mecánica varios meses, tuvo que ser sometido a una intervención quirúrgica para resecar parte del intestino y padeció una sepsis.
Hasta el día de la visita, había realizado tratamiento de psicomotricidad (únicamente una sesión semanal de 45 minutos) y acudía a logopedia dos veces por semana.
En el caso de este niño y teniendo en cuenta sus antecedentes, permitieron que demorara el inicio de Primaria un año, tenía que haber empezado el curso anterior, pero, por ley, ya no lo han podido retrasar más.
Aunque los padres acudieron a la consulta para diagnosticar su lateralidad, resultaba completamente imposible hacerlo en condiciones fiables en el momento de la primera exploración. Hay un gran trabajo a realizar, es un niño cuya madurez no corresponde a la etapa de lateralización, sino a etapas muy anteriores, pre-laterales. Es necesario “recuperar” las etapas que no desarrolló, no sólo por sus condiciones de hospitalización, sino porque, lógicamente, su organismo invirtió toda la energía en su supervivencia con pocas posibilidades de invertir en desarrollo.
 
CASO 3. Esta paciente acudió a nuestra consulta derivada por su optometrista para valorar los factores que interferían su atención, además de los problemas visuales que estaban tratando. Presentaba valores muy bajos en todos los parámetros visuales valorados.
Consideramos sumamente relevante tener en cuenta que esta niña permaneció en la UVI los 15 primeros meses de vida. Por tanto, sería lo mismo que en el caso anterior, no sólo se trata de que en esos 15 meses se viera privada de las experiencias de suelo (nunca llegó a gatear), sino que tuvo que dedicar toda su energía a sobrevivir.
 
CASO 4. Este niño acudió a la consulta derivado por su osteópata. Presentaba tendencia a la inquietud, dispersión y conductas hiperactivas.
Los padres referían que no había ningún antecedente destacable, tanto el embarazo como el parto se habían desarrollado en condiciones óptimas, fue un bebé sanote y feliz, etc… Pero, al profundizar en la historia, los padres se dieron cuenta de que se había producido un cambio biográfico importante coincidiendo con el inicio de la deambulación.
Inicialmente, no recordaban si había gateado mucho o no, porque tenían varios hijos, pero finalmente recordaron que había empezado a andar a los 9 meses (refieren que “no andaba, corría”) y que a penas gateó unos días. Y se dieron cuenta de que, en ese momento, el niño empezó a cambiar y a mostrarse más irritable.
Valoramos una gran desorganización neuro-senso-psicomotriz, seguía presentando respuestas bimanuales, pese a lo cual ya había iniciado la lecto-escritura (o al menos lo intentaba), así como una falta evidente de normas de conducta, los padres no sabían cómo tratarlo.
Este niño vino una sola vez a la consulta, los padres decidieron no seguir con el tratamiento, porque al niño “no le gustaba hacer los ejercicios” y, además, consideraron que era mejor dedicar el tiempo y el esfuerzo a realizar clases intensivas de lecto-escritura, ya que el colegio tenía un nivel de exigencia muy elevado.
 
CASO 5. Esta niña vino a la consulta porque presentaba un cruce lateral. Había un antecedente de estrabismo, que no había sido intervenido, pero que había sido tratado con oclusión intensiva del que probablemente debía ser su ojo dominante, por lo cual era factible que se tratara de un caso de lateralidad condicionada por esta circunstancia.
Pese a estas dificultades, la evolución escolar era favorable en general, aunque hacía inversiones de letras y números. Es una niña con un gran potencial.
 
CASO 6. La primera vez que vi a esta niña tenía 15 días de vida. Vino a la consulta por presentar cólicos del lactante, que se resolvieron con tratamiento homeopático.
Los padres quisieron seguir viniendo para realizar controles preventivos de su desarrollo neuro-senso-psicomotriz y la evolución ha sido muy favorable a todos los niveles, tanto biológico como neurofuncional. Ha organizado su lateralidad como diestra, está siguiendo su escolaridad e integrando los aprendizajes sin problemas.
 
Como ya hemos dicho, todos estos niños empezaron primero de Primaria en Septiembre, pero, evidentemente, no todos lo están haciendo en las mismas condiciones ni con las mismas posibilidades de éxito.
 
Consideramos que es un error muy importante y que puede marcar la vida y el futuro de estos niños que el parámetro por el que se toma una decisión tan trascendente, en la mayoría de los casos,  sea únicamente la edad cronológica. Es evidente que todos estos niños tienen circunstancias vitales muy distintas y que su edad cronológica puede ser la misma, pero su edad madurativa no.
Cuando tenemos 40 años, nadie nos pregunta si empezamos a leer y a escribir con 5, 6 ó 7 años, lo importante es hacerlo. Pero, en estas edades, un año puede ser trascendental.
 
El Dr. Ferré decía que “en nuestra sociedad, los niños son los únicos que no pueden coger la baja”. A la mayoría de estos niños o de otros que presenten problemas similares les iría muy bien poder contar al menos con un año más, un año en que sus esfuerzos se centraran fundamentalmente en la resolución de sus problemas de organización neurofuncional, un año más sin la presión de los deberes, etc…
 
Muchos padres manifiestan su preocupación, cuando no su angustia, ante la disyuntiva que supone dedicar el tiempo a la realización de la terapia o de los deberes y, además, es un tema sobre el que todo el mundo se atreve a opinar.
 
Hace unos meses, recibí un correo de una mamá en los siguientes términos (traduzco al castellano): “Queremos expresar toda la alegría y agradecimiento por el trabajo realizado con mi hija, estoy tan contenta…al principio, cuando tu padre nos dijo que todo iría bien, yo pensé que lo decía por animar…mucha gente me decía que haciendo nada más ejercicios, no mejoraría, que lo mejor era hacer muchos deberes y ejercicios escolares, estudiar…que eso de las terapias era una pérdida de tiempo y de dinero…””Ahora mi hija es normal y genial y saca ella sola muy buenas notas, es una niña feliz, se esfuerza mucho y tiene sus recompensas, al final del largo túnel, por fin vemos la luz…”
 
Ya hace más de 100 años que el Dr. Ernest Dupré habló por primera vez de psicomotricidad partiendo de una concepción de la persona como una globalidad, en la que todos los procesos físicos, emocionales y mentales interactúan y esa interacción juega un papel fundamental en el desarrollo armónico. Por tanto, algunas de las técnicas de terapia que estamos aplicando para ayudar a los niños no son un “invento” ni una novedad, sino que se fundamentan en ideas y concepciones de hace ya muchos años.
 
Evidentemente, no está en nuestras manos cambiar las leyes, pero sí podemos crear conciencia de que el aprendizaje requiere el desarrollo previo de una estructura neuro-senso-psicomotriz capaz de percibir, integrar, ordenar y relacionar la información.

 

Publicado el 28 de marzo de 2016