Inmaculada Rodríguez
DE LOS APLAUSOS A LOS INSULTOS. NI HÉROES, NI VILLANOS.
Agradezco a la Dra Ferré que me permita utilizar sus redes para compartir estas reflexiones con quien tenga 5 minutos libres.
En pocos meses, hemos pasado de aplaudir de manera entusiasta a los médicos y al personal sanitario en general a convertirlos en los destinatarios de nuestras quejas, de nuestras reclamaciones, de nuestras exigencias de certeza frente a tanta incertidumbre y desasosiego e incluso de nuestra ira. Pero algunos han ido un poco más lejos y, para ellos, los médicos (y por extensión el personal sanitario) se han convertido en los “villanos” sobre los que pueden descargar sus frustraciones.
Si buscamos la definición de “héroe” en el diccionario de la RAE, la primera definición que aparece es “persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble” y la consideración de “héroes” sí que entraría en esta definición, son abnegados y trabajan en beneficio de una causa noble (no solo en su propio beneficio), pero, al hablar de héroes, muchos pensamos además en personajes de la mitología, de la épica, con una cualidades casi sobrenaturales y, desde luego, el personal sanitario no entraría en absoluto en esta definición.
Tal vez, el error de partida fue considerar que eran héroes, cuando en realidad tan solo son seres humanos tan asustados o más que el común de los mortales porque saben a lo que se están enfrentando (¡nada menos que a lo desconocido!), saben que se pueden contagiar y, a su vez contagiar a sus hijos y a sus seres más queridos.
En mi familia ha habido varios médicos y, a lo largo de mi vida, he podido comprobar cómo, cuando yo era pequeña, el médico, especialmente el médico de familia, era una persona que gozaba de la máxima consideración y respeto, una persona querida, casi, casi de la familia, a considerar en la actualidad que es su deber, es su obligación atender y resolver nuestras necesidades y exigencias porque para eso cobra.
No es que se haya pasado del “Vd” al “tú”, no, eso sería lo de menos, casi anecdótico (no obstante, para las personas de mi generación sigue sonando muy raro), se trata de que ya vamos a la defensiva “a ver cuánto rato me hace esperar hoy”, cuando en realidad la falta de puntualidad no es atribuible al médico únicamente, sino a la programación que establece el “sistema” de 7 minutos para cada paciente y, claro, en la mayoría de los casos, esos 7 minutos se convierten en 20 por paciente cuando se puede.
Vamos al médico no a “pedir la baja”, sino a exigirla; cuestionamos sus diagnósticos y/o prescripciones “yo en eso no creo”, “pero yo he leído en Internet…”, etc, etc… estamos cuestionando una formación de un mínimo de 9 años en el caso de los médicos de familia.
Esta pandemia lo que ha puesto en evidencia son las deficiencias de nuestro sistema sanitario, deficiencias que no son nuevas, vienen arrastrándose desde años, pero, ahora, la población ha tomado conciencia y se ha sentido decepcionada porque realmente nuestro sistema sanitario no es el mejor del mundo como presumíamos. En general, no se pone en tela de juicio la calidad de la formación de sus profesionales, pero sí del sistema, que tiene de muy positivo ser gratuito y universal, pero de negativo la falta de inversión en investigación, la falta de contratación de suficiente personal como para que los sanitarios trabajen en unas condiciones laborales dignas y justamente retribuidas a tenor de su responsabilidad y dedicación.
Tal vez, la mayoría de la población desconoce que la nota de corte en la selectividad para la carrera de Medicina es una de las más altas, que la carrera es de las más largas (carrera de 6 años, más MIR, más especialidad) y que la retribución está muy por debajo de la de otras profesiones y por supuesto de la de los países de nuestro entorno, de ahí, no la “fuga de talentos”, sino la necesidad de marchar.
Los políticos saben perfectamente, todos, sean del color que sean, que ya durante la carrera, te graban a fuego que lo primero son los pacientes, que las reclamaciones que se considerarían justas en cualquier otro ámbito laboral, aquí no tienen lugar y que nunca van a prosperar y, de ahí, los conatos de huelgas, las reivindicaciones que nunca llegan a ninguna parte, como mucho, vemos tímidas concentraciones a las puertas de los hospitales y centros sanitarios exhibiendo carteles con algunas de sus reivindicaciones.
En estos momentos en los que la mayoría de nosotros nos sentimos más inseguros, desconcertados y preocupados corremos el riesgo de ser desconsiderados, injustos, de mostrar escasa o nula empatía con los profesionales que sí, eso sí es cierto, se están jugando la vida y de exigirles a ellos soluciones y respuestas que no está en su mano dar, puesto que ellos están siguiendo unos protocolos que cambian en cuestión de días, se ven abrumados por un exceso de burocracia y, ante lo desconocido y la falta de evidencias científicas previas, están trabajando mediante ensayo-error.
Mi solidaridad con todo el personal sanitario, especialmente con los que trabajan en Atención Primaria, a la que, en esta segunda ola, se le ha asignado el papel de cortafuegos.