Dr. Jorge Ferré Veciana y Dra. Mª del Mar Ferré
LA IMPORTANCIA DEL SUEÑO EN EL DESARROLLO
Vamos a dedicar este artículo a analizar el valor del sueño.
El cerebro humano es una estructura capaz de recibir información del exterior y elaborar una respuesta. Para elaborar esta respuesta cuenta con varios sistemas:
• El sistema motor, que nos permite andar, correr, saltar, hablar, respirar, comer, escribir y descargar tensiones, como hacen muchos niños cuando están inquietos.
• El sistema endocrino, que actúa sobre el organismo y adapta la función hormonal a la respuesta más adecuada en cada momento. La función de las glándulas tiroides, suprarrenales, gónadas etc. nos prepara para el esfuerzo sostenido, para los ajustes metabólicos, para el aprendizaje, la procreación, el crecimiento, etc.
• El sistema inmunitario, es el que nos permite distinguir entre las substancias, los microorganismos y los ambientes que son propicios para la vida y los que son nocivos.
• Y el sistema vegetativo, que es el que más nos interesa en este capítulo, porque es el mediador más rápido e inmediato de la respuesta de estrés y el artífice de la adaptación inmediata de las funciones cerebrales y orgánicas al sueño y la vigilia y a las circunstancias cambiantes del medio físico, emocional y mental que nos rodea.
El cerebro es como un muelle preparado para entrar en acción y, después de actuar, volver al estado de reposo.
En estado de funcionamiento fisiológico, el simpático y el parasimpático se activan de forma alternante y rítmica cada día, en un constante ir y venir pendular, que es fundamental para que los sistemas biológicos puedan descargar y recargar su energía.
Si no existieran influencias externas del tipo de las que hemos desarrollado en la sociedad moderna como, por ejemplo, la luz artificial (en especial la luz azul-morada presente en las luces LED y dispositivos electrónicos), el ritmo de funcionamiento del cerebro y del sistema vegetativo seguirían un ritmo circadiano, adaptado a la luz del día y la oscuridad de la noche, regulado por la cantidad de luz del entorno.
El cerebro humano y, muy especialmente, las estructuras primitivas que intervienen de forma directa en la regulación de las funciones vegetativas y la atención son extremadamente sensibles a la luz del sol.
Por este motivo, la luz del ambiente ayuda a configurar actitudes vitales tan distintas como las que se han dado en llamar “carácter mediterráneo” o “carácter nórdico” y, por este motivo también, el ritmo diario de la luz solar influye en la organización de una buena parte de los ritmos circadianos.
En un mundo primitivo, sin influencias tecnológicas y de los medios de comunicación, como la radio y la TV, y sin luz artificial, el ser humano, igual que muchos animales, adaptaba su ritmo de vida a la luz solar, porque el Cerebro está pensado para funcionar así.
Estructuras y neurotransmisores tan importantes como la glándula Pineal y la Melatonina, son las encargadas de permitirnos conciliar el sueño para despertarnos al alba y activar progresivamente el Sistema Simpático, aumentar el estado de alerta y atención para poder salir a cazar, a pescar, a construir, a aprender o a trabajar.
Por la mañana, se agudizan los sentidos y la memoria inmadiata, el nivel de atención y la actitud de alerta aumentan.
Al mediodía, el nivel de atención, el humor y la actitud de relación con el entorno se encuentran en el punto óptimo. Después, empieza a la fase de declive y,. poco a poco, la función del vegetativo simpático va dando paso a la actividad del sistema parasimpatico.
La caída del día y la puesta del sol van dando más preponderancia a la función del sistema parasimpático. Es el momento ideal para realizar tareas fáciles que no requieran un elevado nivel de alerta porque el sistema nervioso empieza a trabajar para sí mismo.
Por la noche, cuando no hay luz natural, deberíamos dedicarnos a dormir. Aunque no estemos durmiendo, la capacidad de atención decae mucho o se mantiene a base de hacer un gran sobreesfuerzo energético. Los reflejos decaen mucho y los sistemas de relación con el exterior deberían entrar en reposo.
Este es el ritmo ideal para el funcionamiento de nuestra biología y de los sistemas implicados en el aprendizaje.
Cuando dormimos, el cerebro dirige su actividad hacia el mundo interior, hacia la endoconciencia y se nutre de experiencias propias. El hemisferio derecho aumenta el nivel de actividad y eso hace que el sueño tenga un valor muy especial en el enrtorno del desarrollo emocional, los traumas, el distrés y la hiperactividad.
Durante las horas de sueño, las neuronas ordenan las experiencia vividas durante el día y reorganizan la memoria experimental. El metabolismo neuronal y el consumo de oxígeno, en algunos sectores del cerebro, aumentan. Los bebés crecen más cuando están durmiendo que cuando están despiertos.
Durante el sueño, las sinapsis se reordenan y el cerebro se reorganiza.
Un adulto de 70 años, a lo largo de toda su vida, habrá estsdo durmiendo 25 años. Está claro que, si la naturaleza ha previsto que estemos durmiendo alrededor de un tercio de nuestra vida, es porque es muy importante.
El sueño debe ser reparador. Cuando es así, el despertar es fácil y agradable.
En general, los niños que duermen bien, que son pocos, son más optimistas, alegres, afables, dispuestos, positivos y activos, porque modulan mejor sus ritmos cerebrales.
Pero, la población infantil, en general, padece alteraciones de sueño. Los niños duermen poco y mal. No les enseñamos a dormir bien y a tener un a imagen positiva de lo que significa descansar.
No hace mucho que los medios de comunicación social publicaban cifras que me parecen alarmantes: 745.000 niños de toda la geografía española están viendo la TV a las 11 de la noche, 360.000 siguen viéndola a las 12 y 130.000 continúan delante de la pantalla a la 1 de la madrugada.
Estas cifras son más alarmantes si consideramos que se refieren a niños de entre cuatro y doce años y no incluyen a los niños que, a esas horas, estén viendo un video, un DVD o jugando con otros juegos electrónicos de pantalla.
Sin duda alguna, los avances de los medios de comunicación social han contribuido a una metamorfosis de la infancia. No se trata de culpar a la TV de los problemas de sueño de los niños, porque el aparato de TV no tiene autonomía, no puede ponerse en marcha y desconectarse si alguien no lo hace. Es un problema educativo.
El tiempo de convivencia familiar ha disminuído y el esquema con el que estamos educando a los hijos propicia la proliferación del estrés, la inquietud, la hiperactividad y los trastornos de atención.
No debe extrañarnos que la cifra de niños que avanza hacia el desequilibrio o se duerme en el aula esté aumentando a un ritmo vertiginoso.
Muchos trastornos de atención no son una patología del estado de vigilia, sino que empiezan siendo un trastorno del sueño.
Este artículo no nos permite analizar todos los factores físicos, emocionales, ambientales y mentales que peden interferir el sueño, ni tampoco la forma de resolverlos.
Los ritmos, determinados esquemas educativos y la ayuda de los instrumentos terapéuticos que nos ofrecen la medicina biológica y bioenergética, permiten resolver muchos de los problemas que interfieren el sueño y que contribuyen a deteriorar la calidad del estado de vigilia y del proceso de aprendizaje. Pero, hoy en día, contamos con sistemas muy eficaces.
El análisis y el tratamiento de los trastornos del sueño requiere un planteamiento muy personal y un estudio individualizado.