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Dra. Mª del Mar Ferré

LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN Y/O LA INDIGESTIÓN

Se acercan unas largas vacaciones de verano y, con ellas, nuestra preocupación de cada año para ocupar ese tiempo en el que la mayoría de nosotros todavía seguimos trabajando.
 
El verano debería ser un tiempo en que los niños pudieran disfrutar al aire libre, aprender otras cosas que no se aprenden en el colegio, en el que tuvieran la oportunidad de estar en espacios abiertos, especialmente los que viven en grandes ciudades, de poder realizar actividades para mejorar su motricidad, su coordinación, ampliar sus horizontes visuales más allá del libro o de la pantalla, etc…
 
Pero la realidad es que, más allá de esos días que compartimos las vacaciones en familia, no siempre es posible y hay muchas horas al día de televisión, de juegos con pantallas, ordenadores, etc… No se trata únicamente de una limitación horaria, que ya está establecida en muchos hogares, se trata de que, en esa media hora, no existe ningún tipo de control y nuestros hijos pueden acceder a contenidos peligrosos o cuando menos poco adecuados.
 
Si ya resulta difícil hacer una selección de las series de televisión e incluso de los dibujos animados (nada inocuos ni inocentes en muchos casos), mucho más difícil resulta controlar una información y unos contenidos que no tienen ningún filtro y a los que es tan fácil acceder.
 
Como son datos que desconozco, busco en Internet (¡todo un mundo de posibilidades!) y averiguo que el primer ordenador- computador fue desarrollado por Honrad Zuse en 1936, “se considera el primer ordenador, ya que era el primer sistema totalmente programable”.
 
En cuanto al primer ordenador personal (PC), apareció la referencia por primera vez en la revista New Scientist en 1964.
 
Y respecto a YouTube, Twitter y Facebook fueron fundadas en los años 2005, 2006 y 2007 repectivamente. En realidad, no hace tantos años, pero se han convertido en parte de nuestras vidas.
 
Con frecuencia, se dice en los medios de comunicación que vivimos en la era de la información. Estoy de acuerdo con esta afirmación, puesto que ha supuesto una revolución, un cambio de ciclo que ha cambiado nuestras vidas, nuestra forma de vivir y de ver el mundo y, como la mayoría de las revoluciones, es imparable.
 
Todo este preámbulo me sirve para situarme en el contexto y llegar a donde quiero llegar. Con frecuencia, aparece el debate en los medios y también a nivel cotidiano y en la consulta nos preguntan sobre la conveniencia  de que los niños tengan acceso o no a lo que se ha dado en llamar “nuevas tecnologías” (ya no tan nuevas).
 
Cuestionarse la validez de esta revolución tecnológica, de los cambios que ha supuesto, del mundo de información que pone al alcance de nuestras manos en un segundo sería tanto como cuestionarse la validez y los cambios socio-culturales que supuso la invención de la imprenta en su momento.
 
Pero, si bien es cierto que el saber nos hace libres, también lo es que paradójicamente todos tenemos la sensación de pérdida de libertad y de dependencia, de que lo que suponía una ventaja, se está convirtiendo en un inconveniente que nos esclaviza, que lo que era un instrumento para conseguir un preciado tesoro, más tiempo (¡nuestra eterna batalla contra Cronos!), se ha convertido en más tiempo ocupado y menos tiempo real libre.
 
En el caso de los niños, no podemos dar la espalda a un mundo que está ahí, ni renunciar a las ventajas que introduce en los modelos educativos, en la forma de enseñar, niños que tienen aversión a los libros se muestran más receptivos utilizando el ordenador,  incluso para aquellos niños con dificultades muy severas de desarrollo, el uso de la tecnología ha permitido en muchos casos proporcionarles un vehículo de comunicación y de expresión mediante la utilización de pantallas.
 
Pero también es cierto que, aunque queramos racionalizar, limitar y controlar el uso de ordenadores, tablets y maquinitas se nos escapa de las manos, porque a todos nos viene muy bien en un momento dado tener a los niños ocupados, al menos durante media hora, para terminar ese informe urgente, hacer esa llamada ineludible, etc… Y , en esa media hora, pueden resultar muy vulnerables y tener acceso a una información que no pueden digerir.
 
Siempre hemos defendido la conquista de un desarrollo armónico, considerando que el ser humano constituye una unidad, en la que los factores físicos, emocionales y mentales no son compartimentos estancos, sino que interactuan.
 
Tanto en la consulta como en la vida cotidiana, observo cada día mayor desequilibrio, menor armonía entre esos aspectos físicos, emocionales y mentales. Existe una gran disarmonía en el desarrollo, vemos unos niños que todavía viven la magia de los Reyes, Papá Noel y el conejito de Pascua y que, al mismo tiempo, son capaces de colgar un vídeo en YouTube y buscar información peligrosa, que naturalmente no pueden entender ni digerir y que no se atreven a compartir con sus padres, porque saben que son temas “prohibidos”. No es un proceso progresivo, es como si se produjera un salto brutal en tan sólo un año. Y resulta más evidente aún en el caso de las niñas, cuyo desarrollo físico es más precoz que el de los niños.
 
Por su aspecto físico, los vemos muy niños y no nos damos cuenta de que, en algunos aspectos, van por delante de nosotros, mientras que, en otros, hoy día son aún más niños de lo que éramos nosotros a su edad y no digamos ya sus abuelos.
 
Con frecuencia, aparecen en las noticias informaciones sobre casos de “ciberbulling” con resultados trágicos en niños muy pequeños, cada vez más pequeños, o casos de menores involucrados en situaciones ilegales. Y es que tienen en sus manos unas herramientas que no saben manejar, una información que no pueden digerir y que puede llegar a ser muy peligrosa y, cuando en sexto de Primaria, les dan charlas sobre las redes sociales, posibles peligros, etc.. llevan ya dos años participando en ellas.
 
Todos nosotros consideramos normal y lógico que un niño no pueda conducir un coche y mucho menos hacerlo por una autopista, estaría poniendo en peligro su integridad física y la de los demás.  El peligro físico es más evidente y cuantificable, pero el psíquico resulta menos evidente, eso los saben muy bien los profesionales de la psicología, excepto cuando se produce una tragedia.
 
No podemos aislarles ni escaparnos de la época que nos ha tocado vivir, tampoco sería bueno para los niños que les convirtiéramos en unos “bichos raros” que viven fuera de su tiempo, pero sí que sería conveniente seguir limitando el tiempo de utilización (entre otras cosas para no fomentar miopías al trabajar en distancias tan próximas), intentar compartir con ellos el tiempo que dedican a tablets, ordenadores y maquinitas y retomar algunos juegos más tradicionales, que también son muy didácticos, para esas horas en casa, animarles a dibujar, pintar, inventar, en suma a potenciar el hemisferio derecho, que es el que menos se potencia en nuestro modelo educativo.
¡¡¡¡¡MUY FELIZ VERANO!!!!!

Publicado en junio 2016